Entonces
comprendimos que la lluvia también era hermosa.
(…)Sus
tambores acunan nuestras noches y la lectura tranquila corre a su lado por los
canales del sueño.
Tú
venías hacia mí y los otros seres pasaban.
No
habían despertado todavía al amor.
No
sabían nada de nosotros, de nuestro secreto.
(…) Ya
es seguro que ningún desvío nos separará.
Ni en
nuestra carne ni en nuestro espíritu.
Nunca
pasaremos la línea del otoño.
(…) Sin
embargo, yo quería hablar de la lluvia, igual pero distinta, ya al caer sobre
los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto
las súbitas, las fugitivas luces rojas de los automóviles, ya al inundar los
barrios de nuestra solidaridad y de nuestra esperanza, los humildes barrios de
los trabajadores.
La lluvia
es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste, y acaso esa tristeza
sea una manera sutil de alegría.
Raúl González Tuñón
(Bs. As., 29 de marzo de 1905 – 14 de agosto
de 1974)