El mundo físico todavía está allí. Es el parapeto del yo el que
mira y sobre el cual ha quedado un pez color ocre rojizo, un pez hecho de aire
seco, de una coagulación de agua que refluye.
Pero algo sucedió de golpe.
Nació una arborescencia quebradiza, con reflejos de frentes
gastados, y algo como un ombligo perfecto, pero vago, y que tenía el color de
sangre aguada y por delante era una granada que derramaba también sangre
mezclada con agua, que derramaba sangre cuyas líneas colgaban; y esas líneas,
círculos de senos trazados en la sangre del cerebro.
(…) Y en los frontones de las columnas, soles habían quedado
aprisionados al azar, soles sostenidos por chorros de aire como si fueran
huevos, y mi frente separaba esas columnas, y el aire en copos y los espejos de
soles y las espiras nacientes, hacia la línea preciosa de los senos, y el hueco
del ombligo, y el vientre que faltaba.
Antonin Artaud (Marsella, 04/09/1896 – París, 04/03/1948) - “Texto
surrealista” (fragmento). Publicado en La Révolution Surréaliste,
Nº2, 1925.