Se fue acostumbrando a la necrofagia sonora de las cosas.
No supuso nunca (ni
dejó entrever un ver venir)
la fotomulta
cosmopolita
que el papagayo
encorvado del lado menos inmundo del mostrador
le hacía pagar con
patacones vencidos todos los martes hábiles.
¿Y la buena
educación de los naranjos que en vez de venir en flor
vienen en cajas de
media docena?
No te sabría decir.
Pero el capó del
Lamborghini que tiene estacionado en la entrada
y que le sostiene
el cañón de treinta y seis por las astas
haría morir de
envidia al primer soldadito de plomo que se le cruzara en el camino.
Es un veleta.
Por la primera
mitad del mentón partido se le va cayendo la perorata hedonista (como gente al
baile).
Para no ser menos,
cuando el caño de
escape lo deja sin hilacha para mostrar
y el buzón de
esperma que usa de apoya vasos se le propaga en redondel,
va de esquina a
esquina predicando sonambulismo voluntario,
sólo para burlar a
los que quieren verle las rodillas en pochoclo crudo.
¿Y quién va a
subsidiar el Corega Tabs del caballo regalado?
No te sabría decir.
Pero es evidente
que Manet y Monet son el mismo tipo con distinto padre.
Sin embargo,
(y muy a pesar
nuestro)
hay cosas que no le.
Alguna que otra vez
lo delata un giro bípedo
y se pone a
decapitar espantapájaros o a arrastrar los pies
para no hacer ruidos
ni malos alientos al bostezar.
De momento, no
tiene banda ancha en casa;
estudia pornografía
a distancia
y sigue siendo
propenso a la anormalidad granhermanista y alérgico al PBI per cápita.
¿Y el limón sin
exprimir que quedaba en la heladera?
No te sabría decir.
Recién tiré.
Andan diciendo por
ahí que la vanidad y esto que se parece un poco a extraviarse
son inmortales.
Era de esperar
entonces que alguien se pusiera a especular sin miramientos
algún parentesco
más o menos lógico entre los dígitos.
De ahí que cinco y
once sean primos.
¿Y la dignidad
equina de los cuatro pura sangre del Apocalipsis?
No te sabría decir.
Pero nunca hay
incesto
que por mal no
venga.
El hombre light (fragmento),
2012.