A
veces me convenzo de que la estupidez se llama triángulo, de que ocho por ocho
es la locura o un perro abrazado a la Maga, esa concreción de nebulosa, pienso
que tanto sentido tiene hacer un muñequito con miga de pan como escribir la
novela que nunca escribiré o defender con la vida las ideas que redimen a los
pueblos. El péndulo cumple su vaivén instantáneo y otra vez me inserto en las
categorías tranquilizadoras: muñequito insignificante, novela trascedente,
muerte heroica. Los pongo en fila, de menor a mayor: muñequito, novela, heroísmo.
Pienso en las jerarquías de valores tan bien exploradas por Ortega, por Scheler:
lo estético, lo ético, lo religioso. Lo religioso, lo estético, lo ético. Lo
ético, lo religioso, lo estético. El muñequito, la novela. La muerte, el
muñequito. La lengua de la Maga me hace cosquillas. Rocamadour, la ética, el
muñequito, la Maga. La lengua, la cosquilla, la ética.
De
Rayuela, 1963.